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Bienvenido a mi árbol. Deseo que te sientas a gusto en cada una de estas ramas y disfrutes leyendo, tanto como yo al escribir. Aquí encontrarás relatos, poemas, experiencias diversas y mis frases favoritas. Eres libre de opinar, comentar, sugerir o criticar, siempre que lo hagas con respeto.


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lunes, 11 de marzo de 2024

Viaje al pasado.

En la entrada del 28 de febrero publiqué una historia basada en mi propia experiencia descubriendo ópalos “menilito” en un terreno cercano al barrio donde me crié. Supongo que son casualidades, o que el destino dibuja líneas caprichosas,  el caso es que el pasado 2 de marzo visité a mi hermano el cual sigue viviendo en ese mismo barrio. 

El motivo de este viaje era una comida con ex alumnos del instituto donde estudié, y también, si fuera posible, reencontrar a alguien de mi pasado, con quien he tenido contacto a través de internet desde hace unos meses.  


Mi cuñada acababa de preparar el café cuando recibí un mensaje:  - Me he podido escapar del trabajo y subo a verte. ¿Desayunamos?   Me puse nerviosa, porque lo que era pura teoría estaba a punto de ser una realidad.  Habían pasado más de cuarenta años y tendría delante al chico que en mi adolescencia y primeros años de juventud me hacía temblar con sólo rozar mi cintura con sus manos. Miguel, el chico que conocí en la piscina.


Me hice muchas preguntas en lo que tardó en llegar, porque pese a que habíamos intercambiado alguna foto actual, nuestro recuerdo era el de unos chicos jóvenes que apenas despertaban a la edad adulta.  Pero curiosamente, ni las arrugas, las canas y algún kilo de más consiguieron ocultar quienes éramos. Él era la misma persona y yo me sentí también la misma de entonces, con el mismo corazón y el mismo latir de tantos años antes.  Por unos instantes, tuve la sensación de que el tiempo no había pasado. 


Nos saludamos como viejos amigos y la conversación fue tan fluida como fácil. Pese a los cuarenta años pasados, yo tenía la sensación de haberle visto el día anterior. Decidimos dar un paseo retrospectivo por los lugares de nuestra memoria.  La piscina, la estación de tren, la plaza del ayuntamiento, su antigua casa, la cafetería donde fuimos a desayunar...  


El tiempo es caprichoso,  a veces pasa lentamente, y otras se va sin que te des cuenta.  Con Miguel ocurre lo segundo. Se estaba haciendo la hora de ir a comer, y como me ha pasado cada vez que lo he tenido cerca,  prioricé su compañía a la de muchos ex alumnos que ni siquiera recordaba.  Llamé a una amiga para disculparme por el plantón y lo entendió perfectamente.


Fuimos a comer a un sitio nuevo que no conocíamos ni él ni yo. Fideuá,  arroz con pollo al curry y macedonia de frutas con helado de mojito.  Algo sin muchos artificios, pero todo el mundo sabe que con buena compañía, un menú sencillo sabe a plato de estrella Michelín.  De camino hasta la casa de mi hermano el silencio se dejaba oír. Fueron unas horas de muchas emociones y tampoco hace falta hablar para saber que las despedidas no apetecen. De modo que no lo hicimos, nos dimos un abrazo fuerte y solo nos dijimos “hasta luego”. 


Ya en casa de mi hermano, una vez recogido mi poco equipaje y haciendo tiempo hasta la salida de mi autobús de regreso, me entretuve viendo el álbum de fotos de su segunda boda. Junto a una de ellas encontré un breve texto cuyas palabras tomé prestadas para incluirlas en este relato, porque me parece precioso y refleja bien mi sentir.  


“La chica de sal se había enamorado del mar escuchando su susurro azul en una caracola.   

La creyeron loca y le prohibieron acercarse a él, pero una noche, desoyendo la orden atravesó el maizal decidida a encontrarse con su amado, y con la caricia de la luz de la luna se acercó a la orilla con el deseo de sentirlo. 

Cuando una ola mojó sus pies de sal comprendió que ya no podría dejarlo.

Cuando una ola rozó sus pies de sal, tuvo la certeza de que ya no habría regreso.

Se hizo agua de mar…”  (Autor: José Buendía).

miércoles, 6 de marzo de 2024

Un jueves, un relato - Nuestro "dibu" de la infancia



Esta semana Cecy, del blog Deshojando relatos es la encargada de retarnos a escribir. Su propuesta está basada en los dibujos animados que pudieron representar algo en nuestra vida.

Para más relatos, tenéis la lista de participantes >>> Aquí

* * * * * * *


Se llamaba Cleo y era una estrella de la televisión. Lucía siempre una media melena morena con una pequeña coleta sobre la cabeza.  Tenía cuatro hermanos más pequeños; Tete, Maripí, Pelusín, Colitas y Cuquín.  A la hora de acostarse, iban en fila formando un trenecito mientras cantaban siempre la misma canción:  


🎵 Vamos a la cama 

que hay que descansar, 

para que mañana 

podamos madrugar 🎵


Cleo llevaba un pijama igual al mio, aunque con los colores invertidos  El mío era de color azul con lunares blancos y el suyo, blanco con lunares azules, o eso creí siempre, porque lo cierto es que en la tele de casa se veían de color gris. En el momento que Cleo y sus hermanos salían en la tele cantando la canción y haciendo el trenecito, mis padres me mandaban a hacer pipi y a la cama.


Mi habitación era compartida.  Mi hermana dormía en el lado de la ventana y yo en el lado de la puerta, y cuando mi tío, que era carpintero, hizo unos cuadros con la familia Telerín, que así se llamaba la familia de Cleo, pensé que serian para decorar la pared del lado de mi cama, pero no fue así. Mi hermana es cinco años mayor que yo y no quería los dibujos en la pared, ni siquiera en la mía. Y como mi hermano tenía un cuarto para él solo, era más pequeño que yo y a los dos años no opinaba nada, los cuadritos de Cleo y sus hermanos decoraron una de sus paredes.  


Con el paso del tiempo y las mudanzas no se que fue de los cuadros, pero a veces recuerdo a Cleo. Las noches que mi nieto se queda en casa hacemos el trenecito y cantamos la canción antes de ir a dormir.



Vamos a la cama...🎵


miércoles, 28 de febrero de 2024

Un jueves, un relato - Un viaje, un descubrimiento - Reto explorador



Esta semana la persona encargada del reto literario de los jueves es Marcos, del blog Marcos Planet y cómo no, su propuesta se basa en la aventura de viajar, sin importar lo largo o corto que sea el viaje. Las condiciones de este reto, así como la lista de participantes del mismo la tenéis >>>  Aquí  


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Desde niña siempre tuve la inquietud de ver mundo, descubrir otros lugares, conocer qué había más allá de mis zonas habituales de juegos.  Afición compartida con  Nieves, vecina de escalera y amiga. A ella también le gustaba mucho explorar por terrenos desconocidos. 


No muy lejos del barrio había una granja a la que nuestras madres iban a buscar la leche, pero al cumplir los nueve años nos pidieron que fuéramos nosotras. Cualquier motivo era bueno para alejarse un poco de nuestras zonas de rutina y caminar por la zona boscosa hasta la casa del granjero tenía cierto atractivo, de modo que fuimos encantadas. Las primeras veces fueron viajes de ida y vuelta, pero un dia vimos que pegada a uno de los lados de la finca, había un trozo de terreno sin hierba que nos llamó bastante la atención.


Era sábado, el día perfecto; la tierra estaba seca, no hacía frío y lo mejor de todo, no había colegio…    Tras llevar las lecheras a casa, nos hicimos con nuestro equipo de exploración de tierras:  Los cubos de plástico, nuestras palas de jardinería, rastrillos, cedazos, la cantimplora con agua, el cazamariposas de Nieves y en lo posible la lupa de su hermano, porque un buen explorador siempre ha de llevar una lupa para estudiar al detalle cualquier hallazgo. 

  

Comenzamos a remover la tierra con los rastrillos y la echamos en los tamices con la pala para cribarla bien. Poco a poco aparecieron ante nuestros ojos piedras con formas muy curiosas, de persona, o de animal; parecían muñequitos esculpidos. Por suerte Nieves trajo la lupa de su hermano  y observamos atentamente lo que sin duda para nosotras era un tesoro valioso. 


En las tres o cuatro veces que fuimos a esa zona de la granja conseguimos una colección importante de piezas. A las pocas semanas vimos que más gente acudía a ese lugar y alguien empezó a llamarlo el Camp dels ninots (el campo de los muñecos) y todos los niños del pueblo venían a desenterrar figuritas, con lo cual  nuestro lugar secreto perdió buena parte de su encanto  y dejó de interesarnos. 

Hace unos años me enteré que ese terreno se convirtió en lo que es hoy día, uno de los yacimientos arqueológicos más relevantes de Cataluña. Sigue llevando el mismo nombre: El camp dels ninots.   Originado sin duda por la gran cantidad de ópalos menilito que aún se pueden encontrar en la zona.

miércoles, 31 de enero de 2024

Un jueves, un relato - Mi persona favorita

 Dafne, del blog SINE DIE es la encargada del reto literario de esta semana.  Nos propone escribir sobre el término “persona favorita”. 

No voy a esconder que me ha costado un poco participar y no porque no tenga nada que contar si no por un catarro de dimensiones bíblicas. Sin embargo no he querido fallar de nuevo y esta es mi pequeña aportación. 



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Hay personas que te hablan y deseas que terminen cuanto antes porque tal vez te interrumpen un pensamiento o algo que estés haciendo, y luego hay personas que sin saber por qué, sientes una caricia en su voz. Te toca sin tocarte porque al hacerlo te pellizca dulcemente el alma.  Y poco a poco, sin coqueteos, sin esfuerzo, simplemente conversando; sientes que tu corazón se llena. Respiras mejor sabiéndola cerca, de tal manera que ya no quieres alejarte.


Mi persona favorita conserva intacto a su niño interior y no le da ninguna vergüenza mostrarlo. Es travieso, divertido, generoso, y muy apasionado en lo que hace. Es la primera persona en darme los “buenos días”.  Cuando despierto no lo tengo al lado, pero escucho sus mensajes y siento que de alguna manera si está conmigo.


Otros participantes en este bonito reto sobre "personas favoritas" >>> Aquí




miércoles, 17 de enero de 2024

Un jueves, un relato - "En un abrir y cerrar de ojos, una frase me inspira"


Esta semana Cecy del blog Deshojando Relatos nos propone un juego.  Abrir un libro, cerrar los ojos, apoyar el dedo en una de las hojas, y escribir un relato incluyendo la frase que señale el dedo. 

He escogido la novela de García Márquez “El amor en los tiempos del cólera”.  Mi dedo ha indicado lo escrito en cursiva en el relato.  


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Los más ancianos del lugar contaban que "En verano, un polvo invisible, áspero como de tiza al rojo vivo, se metía por los resquicios de la imaginación, alborotado por unos vientos locos que destechaban casas y se llevaban a los niños". 


Esto sucedió en el mes de julio.  Yo tenía poco más de tres años y mi hermano, que aún no caminaba, estaba con dolor de oídos y más llorón que de costumbre. Lo mejor era irme a la casa de mi abuela que estaba justo al lado de la nuestra y así alejarme de sus llantos.  


La abuela acababa de recoger la cocina y me animó a dormir la siesta para de paso descansar ella también, pero de niña yo prefería dedicar el tiempo a otros menesteres, de modo que se conformó con recostarse en la mecedora, mientras yo pintaba en la parte trasera de un viejo calendario, garabatos que pretendían ser bosques de chumberas con mis lápices de colores.

La digestión y el calor combinaron esfuerzos y la abuela en menos de diez minutos quedó profundamente dormida .

 

El silencio denso de la casa, apenas roto por el reloj de la chimenea se hizo pesado. No quise volver a mi casa y acabar envuelta en los lamentos de mi hermano, así que salí sin hacer mucho ruido y me encaminé a las “casas de arriba” donde vivía la tía de mi madre. Nosotros vivíamos en las “casas de abajo”. A los dos grupos de viviendas los separan menos de cien metros de distancia, los cuales se convirtieron en mi terreno de juegos favorito desde que di mis primeros pasos.


A medio camino se despertó el Lebeche levantando a su paso remolinos de brozas y tierra. Mis escasos catorce kilos de niña se salían sin remedio fuera del camino, convirtiendo el hecho de caminar en una complicada tarea. Ese día supe literalmente lo que es morder el polvo.

La prima Anabel, que tenía la máquina de coser pegada a la ventana de su cuarto por fortuna me vio luchando contra el vil elemento y salió a rescatarme.


 -Mira como vas-  refunfuñó la tía al ver mi cabeza y mi vestido blanco de batista, llenos de briznas de hierbas secas y polvo rojo terracota.  -Dale un baño y ponle algo de tu hermano- propuso mirando a Anabel.


No era la primera vez que yo aparecía a la hora de la siesta en la casa de la tía, con lo cual no se extrañaron de verme, como tampoco lo harían en la mía de no hacerlo. Tras una ducha rápida, me vistió con una camiseta de tirantes del primo Pepe que hizo las veces de vestido, me llevó en brazos a su habitación y me dejó caer en su cama. Las emociones vividas para evitar que el viento me llevase volando, la ducha y el ronquido de la máquina de coser consiguieron algo muy poco habitual. Me quedé dormida.


Al despertar, el Lebeche se había calmado, mi ropa descansaba limpia en una silla y sobre la cama, otro vestido de color azul celeste con estampado de margaritas esperaba ser estrenado.  Anabel lo confeccionó con un retal de algodón durante mi siesta.  


De regreso a casa mostré con orgullo mi vestido nuevo. Años más tarde me pregunté alguna vez, cuánto tiempo habrían tardado en darse cuenta de mi ausencia de ser cierto lo que se decía de los vientos de verano.


Otros relatos inspirados en un abrir y cerrar de ojos >>>  Aquí 


miércoles, 20 de diciembre de 2023

Un jueves, un relato - Los 7 pecados capitales



 Esta semana el blog El Vici Solitari es el encargado de retarnos a construir un relato basado en uno de los siete pecados capitales, en no más de 350 palabras.

Este relato lo tenía escrito y esperaba publicarlo para año nuevo y aunque lo he trabajado para que se ajuste a lo pedido, por exigencias propias de la historia es algo más largo. Espero que me perdonéis y que os guste, por supuesto.

Mi pecado elegido es la lujuria.



Feliz Año Nuevo, Lucciano 


Con la cena dispuesta en una bandeja me dirigí al salón decidida a pasar una gran noche.  Un resto de crema de calabaza, una pizza "frutti di mare" del supermercado y una mandarina estupenda conformaron el elaborado menú. Abrí una botella de sidra y me dispuse a saborear mi suculenta y última cena del año, acompañada eso sí, por los personajes más carismáticos del cine.


Al sonar las doce en el reloj de la pared, como una “Bridget Jones” enfundada en mi viejo pijama de franela rosa, llené mi copa y la alcé en un brindis por Lucciano.  Deseé con fuerza que le fuesen bien las cosas y que algún día, de alguna manera, pudiéramos encontrarnos de nuevo. La auténtica Bridget, tras correr por la calle en ropa interior, se besaba con Marc Darcy bajo la nieve cuándo decidí acostarme. 


Habría pasado una hora cuando un frío repentino me despertó. -Feliz año nuevo, princesa…  Escuché con claridad. Me asusté, pero tras unos segundos, el sobresalto se convirtió en malhumor. Tengo el sueño ligero y lo último que me apetecía era desvelarme por un sinsentido, provocado seguramente por algún mejillón en mal estado. Entre resoplidos sacudí el edredón,  me cubrí la cabeza y adopté la socorrida posición fetal para entrar en calor.  Pasados unos minutos, más calmada, me fue invadiendo de nuevo el sopor.  


-Vaya… ¿Ni un “igualmente”, siquiera? La inconfundible voz de Lucciano me estremeció.   Intenté hallar una explicación a lo que ocurría, pero no lograba pensar. Le vi apoyado en el quicio de la puerta, mirándome con sus ojos de color verde avellana, tan oscuros y abisales en la noche, que si te despistas un poco y caes en ellos, es imposible volver a salir.


No perdimos tiempo en contarnos cómo nos había ido, ni por qué vino a esas horas, ni siquiera cómo entró;  sólo nos abrazamos con tantas ganas, que ni un fino cabello hubiese conseguido interponerse entre nosotros.  No sé en qué momento se quitó la ropa ni cuándo me despojé de la mía. Mis pechos desnudos buscaban su boca y ella complaciente comió de ellos. El cosquilleo de su barba de dos días estimuló mis sentidos por completo y el olor a madera y cítricos que exhalaba su cuello, sacó de mí el instinto más salvaje que recuerdo.


Recorrí su cuerpo intentando aprender nuevamente cada línea, cada saliente y cada recodo de su piel, y a la vez, marcar en ellos con mi boca y con mis manos la huella de ese instante. 

Lucciano me acariciaba con maestría de artista. Como el músico que afina las cuerdas de su guitarra, sacaba de mí notas hasta entonces nunca oídas. Conocedor sin duda de su arte, se recreaba deslizando sus dedos por los pliegues más ocultos de mi cuerpo. Y sin prisas, pero sin descanso, con la firme delicadeza de quien saborea una fruta madura, también comió con placer del secreto manjar de sus anhelos. Y en cada beso, cada mirada y cada jadeo, iban impresas las palabras escritas, las caricias no dadas y el eco de todo lo dicho.


Agotada al terminar y con plenitud desbordante, grité riendo. 

– ¡Feliz año nuevo,Lucciano!



Desperté por la mañana abrazada a la almohada, semidesnuda y con el pantalón del pijama enredado entre las sábanas. Lucciano, me dijo en una ocasión que tenía telequinesis, por mi habilidad de levantarle el ánimo y otras cosas sin necesidad de tocarle; pero...  ¿Tanta como para traerle hasta mi cama en Nochevieja?   El zumbido entrecortado de mi  teléfono móvil me sacó de estas cavilaciones. En la pantalla apareció un mensaje de Lucciano que decía: – ¡Feliz año nuevo!, princesa.



Tenéis la lista completa de pecadores >>> Aquí


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Aprovechando el momento, no me queda más que desearos unas Felices Fiestas si os gusta la Navidad, o fuerza para "capear el temporal" si no os gusta.  Lo bueno y lo malo que tienen estos días es que se acaban pasando.  Os deseo también que el 2024 venga cargadito de cosas buenas.   


miércoles, 13 de diciembre de 2023

Un jueves, un relato - ¿Y si...

 



Esta semana Mag, del blog La Trastienda del Pecado nos propone un reto muy interesante  ¿Y si…  

De entre todas las posibles preguntas que ha dado para inspirarnos, he elegido la siguiente: 

¿Y si… hallásemos una máquina del tiempo que sólo nos permitiera revivir un día del pasado? Que dia elegiríamos y que cambios impulsaríamos ese dia?  O lo dejaríamos como está? 

 

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Sin dudar un segundo volvería a un sábado del mes Agosto de 1980.  Al baile que se celebraba al aire libre junto al Ayuntamiento.  Si cierro los ojos aún puedo ver el momento. 


Yo tenía dieciocho años y él veinte. Quedamos en la plaza y al bajar cada uno de nuestro coche nos dimos la mano. Él llevaba un vaquero de color claro y una camisa blanca, yo un vestido rojo con tirantes finos, en sintonía con el tono de mis mejillas cuando estaba cerca de él. Y en la eternidad de unos minutos, el tiempo en el que sentí que era su novia, nos encaminamos hacia el lugar del que provenía la música. ¡Hey! de Julio Iglesias era la canción de moda en ese verano.


Cuál fue mi sorpresa, cuando al  llegar al recinto del baile vi a los padres de otro chico que por entonces estaba cumpliendo el servicio militar. Solté bruscamente la mano que con tanto amor me sujetaba  y nerviosa alcancé a decir: –Es que esos son mis suegros. El pobre chico quedó desorientado y no supo qué hacer o manifestar el resto de esa velada. 

Hoy sé que soltar esa mano cambió el curso de lo que pudo haber sido nuestra vida, la de él y mía juntos.  Habría sido mi amigo, mi compañero, mi amante y muy probablemente mi marido y el padre de mis hijos. Entonces no lo sabía, pero hoy lo puedo asegurar.  


Si volviera a ese instante en el que tenía su mano en la mía, al ver a esas personas le diría:  – Vámonos de aquí. Le confesaría que había otro chico, pero que lo prefería a él. Y si lo hubiera hecho, él me habría expresado lo que ha estado guardando para sí mismo toda la vida y he tenido conocimiento hace pocos meses. 


Científicos rusos se unieron en 2019 en un proyecto con colegas americanos y suizos, para crear una “máquina del tiempo”  logrando mover partículas diminutas una fracción de segundo hacia el pasado, por lo que violar la segunda ley de la termodinámica parece posible.  


Ojalá me regalase la vida la ocasión de hacer posible lo imposible.  Volver al pasado y evitar el dolor y el sangrado de un corazón roto.


Tenéis más historias basadas en posibilidades distintas >>>  Aqui



Salvar los bosques, es salvar el clima

Combate la deforestación. Ayuda a Greenpeace

Home (Casa) - una película de Yann Arthus-Bertrand

Aprovechando la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de junio del 2009 se estrenó el largometraje documental “Home”, una producción que se filmó durante año y medio en 54 países, y que muestra imágenes aéreas de la degradación de la Tierra a causa de la actuación humana sobre el planeta.

Pincha la imagen para ver el vídeo

Planeta Tierra, Siempre

Tal vez ya lo conozcas, pero si no, emplea unos minutos en ver esta maravilla de video, de The Secret Tv. Tendrás la sensación de volar y entenderás por qué es posible que seres de otros mundos visiten nuestro planeta. ¿Acaso no es el mejor sitio para vivir?