Mi propósito al acostarme cada noche es levantarme siempre con el tiempo necesario. Lo cierto es que nunca lo consigo. Cada mañana salgo a la carrera y al llegar a la estación el pulso me late con tal intensidad en la garganta que me cuesta recobrar el aliento.
¡Ding, dang, dong… ding, dang, dong!…- Tren procedente de Barcelona detenido en vía 1 y con destino a Massanet-Massanas, va a efectuar su salida dentro de breves instantes. Tiene prevista su parada en El Masnou, Premiá,Vilassar de Mar, Cabrera... Repite como una letanía un día tras otro la voz de megafonía.
Subo al vagón de un salto y echo una mirada rápida a quienes van a compartir el viaje conmigo. Con facilidad distingo a mi derecha una monja con los ojos cerrados abstraída en sus pensamientos, o dormida. Frente a ella una pareja de ancianos vestidos de riguroso luto y caras de velatorio. A la izquierda una mujer que lucha verbalmente con sus hijos, con el inútil empeño de que no peleen entre ellos. Más adelante un muchacho joven con gafas, en cuyas orejas se alojan unos casi imperceptibles auriculares. Y al fondo, apenas visibles por encima del respaldo del asiento, distingo los ondulados cabellos del que intuyo, como el hombre de ojos castaños que seguí el día anterior.
El tren se pone en marcha y a pesar de lo incómodo que resulta caminar en un suelo móvil, me dirijo con falso disimulo hacia él.
–Buenos días, ¿Está libre este asiento? Pregunto haciendo acopio de valor al comprobar que efectivamente es el mismo hombre.
Se hace a un lado absorto por la lectura de su periódico y tras mirarme brevemente lo cierra, y con una sonrisa exclama: -¡Claro que lo está!
Hoy lo veo distinto. El pelo en un organizado caos, el viejo pantalón vaquero y la camisa de algodón de color blanco roto, le dan un aspecto un tanto bohemio; acrecentado tal vez por el intenso moreno de su piel. El sol penetra radiante por la ventanilla tornando el color de sus ojos en un nítido color avellana. Con vivacidad, hace alusión a nuestra coincidencia de horarios y destinos, comentamos las noticias que vienen en el periódico, hablamos por supuesto del maravilloso día que hace y en absoluto prestamos atención a quien sube y baja en las estaciones intermedias a nuestra parada.
-Buenos días… Billetes, por favor. Requiere un inoportuno, rechoncho y bigotudo revisor en el pasillo. Un masticable silencio se apodera del ambiente tan solo roto por el murmullo de los viajeros y el traqueteo del propio tren. Con habilidad de equilibrista, el revisor pica los billetes, saluda al devolverlos y sigue con su trabajo.
Minutos más tarde el tren frena de nuevo y por la ventanilla distingo a Mercedes colocando sus tiras de cupones en el kiosco y un jardinero trabajando los parterres circundantes. En el andén un grupo de niños con gorras y mochilas espera ansioso la detención del tren. Desciendo del vagón escarbando en mi bolso. ¿Dónde están mis gafas de sol? Un grupo de turistas, que presumo ingleses por su forma de vestir y su piel de color rojo langostino, se dirige a la parada de autobuses.
Mi apenas conocido acompañante me adelanta, y sin dejar de caminar se gira diciendo: – ¿A las cinco y media?… sonrío complacida, asiento con la cabeza y me pongo las gafas.
–¡Por cierto!… Me llamo Pedro, clama a distancia con el brazo en alto y el periódico en la mano, para inmediatamente y como el día anterior, perderse mezclado entre la gente.
Aspiro el penetrante aroma de las madreselvas recién regadas y en el hall de la estación suena. Dreams del grupo The Cranberries… El día se anuncia perfecto.
Ahora que conocemos a Pedro te ruego que nos cuentes cómo sigue esta historia, me tiene enganchada!
ResponderEliminarBesos.
Hola, Noelia:
EliminarLa historia de momento no sigue. Si los protagonistas me dicen algo, no dudes que lo escribiré. De momento puedes dar la continuación que mas feliz te haga, puesto que el final es abierto 😉. ¿Serán felices y comerán perdices? ¿Ella es una mujer casada y fiel que sólo se permite la eternidad de un viaje en tren? ¿El no es más que un "Don Juan" que se quiere divertir con ella, o le gusta realmente? Hay tantos caminos... Esperaré a que me lo cuenten ellos, porque no tengo ni idea jajaja
Muy buenos días, como me haces recordar mis tiempos donde cogía en este caso el autobús a la misma hora todos los días y eramos siempre las mismas personas , con el tiempo se hacia amistad , hasta si había tiempo nos tomábamos un café , mientras esperábamos la llegada del autobús. Un besico.
ResponderEliminarHola, Campirela! Los medios de transporte dan lugar a muchas historias. El tren es mi preferido. El autobús también, pero dependes de las paradas para estirar las piernas. Con el tren es diferente, o era, porque ya hace tiempo que no lo tomo. Los últimos viajes que he hecho han sido en avión. Las esperas también dan buen material para relatos. Solo hay que estar atenta 😉.
EliminarUn beso, bonica.
Me ha encantado que hagas una continuación de la primera entrega de los dos desconocidos en un tren. Tu forma de describir la situación es clara, concisa y con un toque poético en la exposición de ciertos detalles como el efecto del sol en sus ojos color avellana. He podido respirar también el penetrante aroma de las madreselvas recién regadas.
ResponderEliminarEnhorabuena y pásate por marcosplanet.blog Tengo ganas de saber tu opinión acerca de "La máquina que transformaba el miedo en arte".
Gracias de antemano.
Marcos: Me alegra mucho que te guste mi relato y que mi escritura consiga transmitirte emociones. Al fin y al cabo es lo que se pretende, si no para qué escribir.
EliminarMuchas gracias por tan amable comentario. Eso siempre anima.
Acabo un correo importante y me paso a leer tu relato.
Hola Ardilla Roja, me gustó mucho tu historia, los transportes públicos tienen muchos temas para disparar nuestra imaginación y escribir.
ResponderEliminarMás allá de lo lindo de tu historia, por un momento me vi sentada en ese tren de Barcelona, que tuve la suerte de conocer en 2019 cuando viajé allá y por varios días lo usé, uniendo Barcelona con Sabadell, me vi sentada observando los paisajes con el sol, un placer leerte.
Saludos.
PATRICIA F.
Hola Patricia.
EliminarLos trenes tienen algo distinto a otros medios de transporte. Siempre me lo ha parecido. Me encanta viajar en tren y si mi relato te ha traído buenos recuerdos y sensaciones me alegro mucho.
Al final es lo que buscamos al escribir, no solo contar una historia, si no generar emociones.
Un saludo y gracias por tu comentario.
Hola Ardilla, me traes recuerdos de mi niñez esta entrada. Viajábamos en tren toda la familia, de eso hace mucho. La figura del revisor, las estaciones, los billetes...
ResponderEliminarUn relato que tiene dos partes me atrae especialmente, este me gusta, tiene su qué y es aventurero y un tanto romántico. Pedro, un personaje que engancha y ahí lo dejo.
Un abrazo y gracias por quedarte en mi blog.
Hola Franconetti:
EliminarEs verdad que la figura del revisor cada vez se ve menos, pero aun hay trenes que la llevan. Siempre me pareció un personaje que merecía su espacio en algún relato.
Parece que os gusta el tal Pedro. Tendré que preguntarle si quiere cargar más las tintas con la protagonista, o se va a quedar simple compañero de viaje. A ver si dice algo 🙂
Un abrazo.
Ardillita qué lindo volver a leerte!! Y la historia te engancha, no hay duda. Veo en los ojos de Pedro que le encantaría seguir encontrándo a la protagonista pero que no tenga que preguntarle a el, si el asiento está libre. Te dejo las consabidas bendiciones que tanto extrañaba dejarte.
ResponderEliminarCardenal Farenas!!! Que bueno saber que hay amigos que después de tantos años y un océano de por medio aún me recuerdan.
EliminarMe doy por bendecida, su eminencia. Falta me hacia, la verdad . En tantos años, aunque una no quiera pecar, el demonio siempre tienta.
Un abrazo para ti y otro para Sandra.