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lunes, 9 de febrero de 2009
Palabras en el agua
Nos gustaba subir a la ermita de San Telmo desde donde se podía ver toda la playa y si se levantaba viento, bajábamos a perdernos por los entresijos del puerto. A veces nos acompañaba alguna gaviota que acudía a llevarse los restos de pescado que habían quedado entre las redes esparcidas frente a la lonja.
Es extraño el silencio que podía escucharse… Apenas el golpear del agua en los cascos de los barcos, el viento, el mar estrellándose al otro lado del espigón y el graznar de las gaviotas; todo envuelto en ese olor tan característico de sal y brea que desprenden los pesqueros amarrados.
Ya hacía algún tiempo que dejaba correr la tinta de mis bolígrafos Bic sobre papeles que nadie leyó nunca y en el último curso, me dio por enviar mensajes en botellas. Mi amiga María José opinaba que era estúpido lanzar mensajes al mar. -¿Acaso los peces saben leer? me decía burlona, pero eso no impedía que repitiera reiteradamente aquella suerte de ceremonia en el rompeolas.
En el autobús que me llevaba al instituto, en el recreo, o en la cama antes de dormir; escribía lo que en la siguiente escapada al puerto lanzaría al mar. Enrollaba a conciencia aquellos pensamientos, casi siempre deseos y desvaríos de adolescente enamorada; los metía en aquella improvisada nave de los sueños y tras inspirar a pleno pulmón el aire salado y húmedo que desprendían las olas al estrellarse, la botaba al mar con toda la fuerza que daba mi brazo. La mayoría iban a morir a la playa, pero alguna, nunca reapareció.
En los días de sol del invierno, cuando íbamos a la playa a buscar mi botella, nos sentábamos un rato en la arena. María José dibujaba marinas y yo intentaba escribir algo parecido a un poema. Algunos jueves, cual dios Neptuno armado con su tridente, emergía del agua un submarinista con algún tipo de cefalópodo pendiendo de su arpón. Nunca llegué a mirarle a la cara y creo que María José tampoco lo hizo, pero se le veía musculoso y muy fuerte. Pasaba a nuestro lado con el agua resbalando por su traje de neopreno y a su paso dejaba un intenso aroma de algas y sal. A veces, no puedo evitar que se me ponga cara de calamar o de sepia al recordarle.
Muchas veces, cuando escribo en este mar de seres incorpóreos, revivo aquella sensación de cuando lanzaba las botellas al océano. ¿Habrán aprendido los peces a leer a través del cristal?
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Preciosoooooooooo!! tiernísimooooooooooo! MIra que me encantó el final! Me sorprendiste con ese toque tierno y repentino!
ResponderEliminarQué alegría venir a leerte!!
Bendiciones en una cajita... de vino
Hola Ardillita!! Que paz inmensa me transmitiste en este escrito. Tenes una forma de escribir las cosas que logran transportarme al lugar y sentir sus aromas. Seguro que esos peces aprendieron a leer. Y también estoy segura que alguien, en algún lugar de ese mar, encontró una botella y pasó muchos días imaginando como sería la persona que escribió ese mensaje.
ResponderEliminarHermoso recuerdo nos regalaste!!
Abrazotes caóticos!!
Tú lanzabas tus sueños al mar, yo por aquel entonces no tenía mar y mis notitas las guardaba en un caja que forré y decoré.
ResponderEliminarPosiblemente las tuyas las leyeron los peces, pusieron una escuela en el fondo del mar. Las mias aún las conservo ¿sabes lo que eso quiere decir?
Precioso. Un abrazo con cariño.
Qué bonito, y que agradable es leerte. Son historias cotidianas, pero con un tinte mágico, extraordinario y muy grato.
ResponderEliminarNoto el olor a sal, veo la botella flotando y veo al submarinista salir de las aguas.
Algún pez enamorado leía tus cartas, y te veía desde el agua.
Con lo que me gusta el mar, leerte y transportarme fue uno solo, sentí el olor de los barcos, y el olor del mar, de la arena, y creo que tus botellas las guardó alguna sirena en el fondo del mar, de cierta manera espero que algún soñador como tú haya encontrado al menos una y esté buscandote playa por playa.
ResponderEliminarCardenal Farenas - Vais a tener que venir mucho, que una caja es mucho vino para mi sola!!! Celebro que te haya gustado.
ResponderEliminarSandra es una alegría verte por aquí. Tu comentario me abruma porque aparte de inmerecido, sé el esfuerzo que estás haciendo en esta semana para pasar a vernos. Muchas gracias, de verdad.
Alhena: Gracias, guapa. Esas cosas que conservas, son un tesoro. Un abrazo.
Alparcero: Un pez enamorado? Que pena no ser siquiera una anchoa jajajaja
Norma - Nunca puse remite. si es que soy de un despistado... Es un placer tenerte por aquí.
ARDILLA ..PRECIOSO TU CUENTO ...ME TRANSPORTO AL LUGAR PERO¡¡¡YO NUNCA TE DIJE QUE ERA ESTUPIDO LANZAR BOTELLAS CON MENSAJES AL MAR!!!EJKE ME LLAMO Mª JOSE.¡¡CASUALIDAD,OYE!!
ResponderEliminarBESAZO PARA TI.SHERE.
Ay mi Shere! Gracias,guapa. Pero no es un cuento. Este si es real como la vida misma. Hasta el nombre de mi amiga.
ResponderEliminarQue belleza de descripción, de paz, de nostalgia... me quedé embelesada leyendote, hasta creo que tuve cara de sepia por un rato¡¡¡ y encima la música llevandote de la mano a los recuerdos. Los peces, no , pero yo si recogi una de tus botellas con poemas.... lindo relato ardillita roja.
ResponderEliminarBesitos lindos , de árbol en árbol.
ARDILLITA ¡¡¡¡¡¡ TENES UN DON ESPECIAL LO SABIAS??? NOS HACES VIAJAR A TRAVES DE TUS TEXTOS, Y CON TAN SOLO ACTIVAR UN POCO LA IMAGINACION¡¡¡
ResponderEliminarGRACIAS POR ESO¡¡¡
TE MANDO UN SUPER BESO¡¡¡
Gloria y Silvia. Sois adorables las dos, mirad que os digo. Gracias por la visita
ResponderEliminarA las buena noches:
ResponderEliminarNi lo dudes que habrán aprendido a leer y dejaran mensajes en el fondo del mar para responderte, creo que, ahora entiendo por que bajan a los barcos hundidos y los colonizan tan rápido, leen el diario de abordo, las cartas que los navegantes escribian a sus familiares y ahora sé que también se bajan las botellas con mensaje ¿Por qué lo sé? Pues por qué mi abuelo, tenía un vaso que dentro se aparecian espiritus de peces y si le echaba un puño de sal, entonces se aparecian los espiritus de los peces del mar.
Estupendo relato niña. ¿Sabes? yo que soy de tierra adentro, cuando fuímos a un pueblecito de Cantabria, al que sigo yendo, allí debe ser un sitio privilegiado para hacer submarinismo, pues allí, vi por primera vez un traje de neopreno y, ese olor me hizo reír mucho, ejke no te lo vas a creer, pero entre ese olor que tu describes, aparte de todo eso, a mí, más me llegaban aromadas a pis, y se me ocurrió preguntarle a uno de los buzos que salía del agua y le tocó mi pregunta, muy educada y todo lo fina qué pude, muy simpatica yo, le pregunté:" A las buenas, mira soy riojana y en mi tierra no tenemos mar, mi abuelo dice que tuvimos hace muchos años, pero se lo llevaron, tengo 10 años, pero ¿por qué hueles a pis, aparte de mar? (esta pregunta la recuerdo por qué se quedo como esa tradición y cada vez que voy allí este hombre me la recuerda) y me contó que mean con el puesto...
Cienes de besitos pal andando y cienes de y pico de abrazos.
Shi.
jajajajaaja que mal recuerdo tienes tu del mar Shi jajajajjaa pero como me haces reír.
ResponderEliminarGracias por venir, guapa.