La tartaleta de Inés

Este relato lo empecé a escribir hace tiempo, pero nunca veía la forma de terminarlo. Tras ver el reto que me lanzó El Desván de la Memoria en el blog de Teresa Cameselle, me puse a ello. El reto consistía en escribir algo para "La vida de las cosas" iniciativa propuesta por Mercedes, en su blog PASEOS POR EL ALAMBRE. Espero que os guste.

* La tartaleta de Inés *

Vista al frente, cabeza erguida, hombros atrás… ¡Fiiiiiirmes!

Meticulosa formación que no se nos ocurre romper. La imagen que me procura la nuca brillante y mantecosa del que tengo delante me obliga a evadirme, buscando en mi memoria otras imágenes que hagan más soportable este momento.

Sucedió antes de acabar mi formación. Espiaba a Inés en el reflejo que proyectaba en los cristales de la alacena y era como asistir a un misterioso aquelarre sin conjuros ni maleficios. En una aparente nada que había sobre la larga mesa, daba vida a un bizcocho, una tarta, unas frutas escarchadas… amasando, envolviendo, enrollando… Parecía que siempre hacía lo mismo, pero el resultado final cada vez era distinto y sorprendente.

El crujiente hojaldre, coronado por finas láminas de manzana caramelizada al aroma de canela podía llevarme a límites que me da vergüenza confesar; pero la que me hizo perder por completo la cabeza fue la tartaleta de cereza. Su pequeño cuerpo exhalaba sutiles aromas de limón y vainilla. Ni mucho ni poco, sólo en la medida justa para hacerme estremecer en dulces escalofríos. Y los destellos glaseados de sus oscuras redondeces de cereza madura, decían: Cómeme, soy toda tuya…

Ahora me veo aquí, alineado en esta patética formación de bollos suizos. Espero al menos que la mujer de labios carnosos que acaba de entrar en la pastelería se fije en mi penosa y oronda figura y decida llevarme con ella.