Como alguno de vosotros ya sabe, mi trabajo es cuidar niños en mi casa en jornada completa desde que son bebés hasta que van al colegio. A la mayoría no vuelvo a verlos, pero con ciertas familias mantengo el contacto y vienen de vez en cuando a visitarme. Para esos niños, algunos ya mayores de edad sigo siendo su “nounou”, palabra francesa que significa niñera y que fonéticamente se oye nunú.
El fin de semana pasado vino Mae a verme. Fue la primera niña que cuidé. Mi relato Nube Rosa está inspirado en ella, y en algunas de mis entradas pasadas también es la protagonista. Fue una bebé preciosa y ahora, a sus veinte años es una guapa chica que con seguridad hace suspirar a más de un muchacho. Cuando viene a casa quiere que le cuente cosas de cuando era pequeña y le voy relatando a medida que me acuerdo, pero ayer noche recordé algo que aún no sabe. Y como dudo bastante que lea este blog, lo sabréis vosotros antes que ella.
Sucedió unos días antes de las vacaciones de navidad. Sobre las siete y media, cuando su madre vino a recogerla. A esas horas en invierno ya es de noche y mientras yo conversaba con la mamá sobre la jornada de la niña; ella, bien equipada contra el frío, correteaba por el césped del jardín entretenida en formar nubes con el vapor generado por su aliento.
Fue en el momento de marcharse, al ir a subirse al coche. Mae se dio la vuelta y con una mano sobre la otra, con ese particular gesto de quien protege algo para no perderlo, vino despacio hacia mi.
-¿Qué llevas ahí?– Le pregunté, pensando que sería una piedra o algún tesoro de ese estilo.
-Es un regalo para ti, “nounou” Contestó extendiendo hacia mi sus pequeños brazos.
Entonces, con ilusión contenida abrió sus diminutas manos, al mismo tiempo que sus ojos almendrados y marrones dibujaban una expectante sonrisa. Lentamente fue apareciendo ante mí una pequeña, misteriosa y visible nada, que mi mente adulta no supo interpretar. Las pupilas abisales de Mae esperaban sin disimulo una reacción por mi parte, de modo que fingiendo sorpresa exclamé:
-¡Oh, qué bonito! ¿Qué es?
Y llevando el dedo índice a su boca, contestó con timidez:
– Una estrella y el intermitente de un avión que he recogido en el cielo.
¡Qué puedo decir! Sé que hay almas a las que han entregado una estrella con su nombre, con el correspondiente certificado que lo acredita y es un detalle precioso, no lo niego; pero pocas personas pueden presumir de haber recibido el intermitente de un avión atrapado en pleno vuelo por una niña de cinco años.
Yo tuve esa suerte y lo guardo como lo que es, un tesoro único. Como los otros que descansan mi caja de remedios mágicos para los días tristes. ¡Ah! Que no sabéis qué es. Es una herramienta muy necesaria en mi trabajo. Tal vez otro día os hable más de ella.
Cuidaos mucho. Que llega el frío y con él los dolores de garganta.
Pues fíjate que el otro día Tracy, en su blog, me llamó ardilla roja jaja y vi que tú estabas allí, por eso hoy en un ratito me he acercado a saludarte y me encuentro con esta preciosidad de historia. Los niños, sobre todo los pequeñitos entre que empiezan a hablar y los 5 o 6 años, son sabios filósofos y poetas en miniatura, desde luego tu Mae además de deliciosa tenía ( espero la conserve ) una sensibilidad e imaginación desbordante, un placer leerte! Tienes un trabajo precioso e imagino que tb santa paciencia : )
ResponderEliminarAy! Hola María. Encantada de conocer a la verdadera. Estoy llorando de la risa ahora mismo.
EliminarVengo del blog de Tracy buscando ese comentario. Y no es que ella te llamara Ardilla Roja a ti. Es que yo le vengo llamando María a ella desde que en mi entrada del relato de los jueves sobre los 4 elementos, al despedirse me pone: "Un fuerte abrazo, María". Yo entendí que ella era María. Menudo follón. Ahora ya sabemos quién es quién jajaja
Muchas gracias por pasarte. Me alegra si te ha gustado leer esta pequeña historia. Vuelve cuando quieras.
El amor "puro" de un niño, no tiene igual..................te lo entregan sin pedir nada a cambio, solo cariño y que ese no se lo puedes negar, con la inocencia y candidez con que responden a nuestras acciones hacia ellos.
ResponderEliminarTienes un trabajo "precioso" disfruta de él mientras puedas, trabajo y cariño a la vez, es una muy "rara" combinación, que muy pocas personas tienen la dicha de disfrutarlo.
Hola! Como no sé quien eres no se cómo llamarte. Aunque bueno, para el caso poco importa. Es verdad, tengo un trabajo muy bonito, pero también muy estresante en ocasiones. Después de veinte años de vivir entre biberones, llantos y pañales, créeme que hay momentos en que dan ganas de dejarlo.
EliminarEs gracias a instantes así por los que sigo con el mismo trabajo. Te abrazan, te regalan risas y tesoros inesperados, te dicen te quiero porque si... Eso, en un mundo tan poco cariñoso como este, compensa de largo los malos ratos. Los adultos deberíamos aprender de ellos.
Gracias por tu comentario.
Vuelve cuando gustes :-)
Recoger un regalo es más difícil que darlo,
ResponderEliminarhacer que la mirada expectante, encuentre emoción en los ojos;
y las palabras respondan en una canción sincera,
recibo lo que me das, porque es amor lo que llega.
Que alegría volver por este árbol.
Hola Iñaki!! Mi pastor de palabras favorito.
EliminarAlegría la mía viendo que aún quedan amigos que me recuerdan. Incluso después de tantos años.
Es un honor y un privilegio contar con el aire de tus jaras en este árbol.