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miércoles, 13 de abril de 2011
Un jueves, un relato - Relato histórico
- El azul de un rojo -
Los muros del antiguo cuartel militar se erigían como fantasmas al otro lado del camino, poco mas allá de lo que llamaban -el juego de bolos-; la parcela ancha y lisa donde tomaban tierra los tres aviones del ejército republicano, que estuvieron destacados allí en los años de la contienda. Hasta hace poco podían verse las trincheras que custodiaban dichos aviones y sin remedio, el espectro de la Guerra Civil ha acompañado la figura de mis abuelos, las reuniones de nuestra familia y sin haber vivido aquel infierno, también mi memoria.
La tarde del 3 de agosto del 2005 no me apetecía ir a la playa, preferí el sosiego de la casa y la compañía tranquila de la abuela. Pasada la hora de la siesta, cuando el sol apenas inicia su descenso por detrás de la casa, salimos “a la puerta” a charlar y tomar el fresco. Sin saber cómo, mi mirada se prendió en los viejos muros del cuartel imaginando aquellos años de miedo, carencias e incertidumbre, de los que tantas veces oí hablar a los míos.
De repente la abuela se levantó.
— Te voy a enseñar algo que sólo vio el abuelo. Espera aquí.
Pasados unos minutos regresó con un hatillo lleno de manchas cobrizas, se sentó y me instó a abrirlo. Destapé el misterioso paquete despacio y ante mí apareció una prenda de paño de color azul marino, con una estrella roja cosida a la altura del pecho . Desprendía un rancio olor a humedad, alcanfor y sedimentos de tiempo. Comprobé que estaba algo apolillada; aunque en aceptable estado.
— ¡Pero abuela! ¿Y esto? — Exclamé desorientada. Tenía en mis manos una capa de comandante del ejército republicano y mi abuelo fue un simple soldado de tropa.
Las palabras de la abuela brotaron suaves en medio del monótono concierto que ofrecían las cigarras desde las chumberas. Ocurrió a finales del invierno de 1939, durante el mes de marzo. Las tropas franquistas intentaban tomar la ciudad cuando Joaquín Pérez Salas, comandante de Artillería del Ejército Republicano recién ascendido a Coronel, llegó a la Base Naval de Cartagena. Fue el único que se negó a quitarse la estrella roja cuando hubo cambios en el uniforme.
— De acuerdo. ¿Y por qué tienes su capa? ¿Qué relación tenía ese hombre contigo y con mi madre?
Temía que me relatase algo ardiente, romántico, prohibido... Nada más lejos. Don Joaquín, como le llamaba la gente sencilla era un buen hombre, socorría en lo posible a la población civil ya fuesen partidarios o no del alzamiento de Franco. La abuela lo conoció de forma casual un día que vino en visita rutinaria al cuartel. Caminaba por el campo cuando vio a mi abuela en el bancal recogiendo leña. Se acercó a ofrecerle su ayuda. Desde entonces de vez en cuando iba a la casa a comprobar si ella y mi madre estaban bien. La última vez apenas estuvo unos minutos, fueron a buscarle con mucha urgencia unos milicianos. Mi abuela encontró más tarde su capa colgada en la rama de un almendro. La recogió y esperó a la siguiente visita para entregársela. No fue posible.
Detuvieron a Don Joaquín el 29 de marzo de 1939 y después de cuatro meses de presidio y un consejo de guerra fue fusilado en el cementerio de Murcia en la madrugada del 4 de agosto. Nadie reclamó la prenda y desde entonces descansó en el fondo del arca, bajo las toallas y la ropa de las camas.
El sol daba muestras de cansancio, envolvía el paisaje en reflejos ambarinos mientras una cigarra solitaria y tenaz continuaba su canción. La abuela y yo nos quedamos en silencio. Ella, dormida con el fragmento de su pasado entre las manos. Yo, anotando en un papel lo que me acababa de narrar.
* * *
Nota: Relato basado en lugares, fechas y personajes reales. Sólo algunos hechos han sido alterados.
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Ardillita, un placer volver a leerte !salve!
ResponderEliminarLo que nos cuentas me suena, aunque no sea exacto se parece. Llevamos dentro ese poso, esa memoria con la que nacimos. Tú me envuelves con una capa con estrella roja y me evocas una atmósfera, una conversación con la abuela que suelta las amarras del dolor y lo transmite.
Una história de la memoria que nos concierne a todos y todas, o no sabremos qué somos ni a donde vamos. Sabor a delicado y melancólico recuerdo. Te felicito y me reconozco. Beso cariñoso hasta siempre.
Hola Ardilla, cuantas historias y de cuantas clases dieron esos tiempos en los que esta España nuestra se dividió en dos bandos.
ResponderEliminarDon Joaquín, otra víctima de la guerra.
Me alegro de volver a leerte. Besos
Me recuerda el poema aquel, españolito que vienes al mundo,
ResponderEliminarte guarde Dios, una de las dos Españas, ha de helarte el corazón.
Fueron tiempos difíciles, de españoles contra españoles, gente buena y menos buena en ambos bandos.
Preciosa historia y precioso recuerdo.
Me alegro de volver a leerte.
Un abrazo.
Qué privilegio ahondar en este fragmento de historia de tus manos y de tus letras!...gracias por compartirnos este recuerdo atesorado por tu abuela por tantos años y gracias por haberlo hilvanado tan hábilmente con tu trazo personal.
ResponderEliminarUn abrazo.
historias sencillas , sin revisiones ni acritudes, de hombres y mujeres que hicieron lo que tenían que hacer, por nacer esn esos tiempos difíciles
ResponderEliminargracias ardillita
beso
Buenas noches Ardilla, un relato magnífico que pone los pelos de punta. Qué desazón recorre mi cuerpo al leerte. Qué dolor y sufrimiento relatas en tus últimas entradas. El tiempo es el único capaz de cicatrizar las heridas producidas por la ausencia. Qué duras son todas estas cosas. Quedan los buenos recuerdos que no se olvidan jamás. Un fuerte abrazo,
ResponderEliminarArdilla, que bien que estés otra vez por aquí. Está claro que se aprende más de historia si se conoce a alguien que ha vivido esa época, mejor que los libros. Tu abuela te contó una bonita historia. La guerra es un sinsenido.
ResponderEliminarUn beso
Me iba a quejar de la exactitud de la fecha de la historia, pero ya que confiesas que lo anotaste en un papel al momento para no olvidarlo, no tengo nada que objetar.
ResponderEliminarCapto, sin embargo, un cambio sutil en tu forma de contarnos este relato, y no sé si es una evolución o algo puntual. Esperaré a ver con qué me sorprendas en la próxima ocasión.
Un beso, Cati.
Amiga Ardi, con que placer he leido tu relato. Y lo que te digo es que me alegra mucho que vuelvas con ganas y gozo. Seguiré tu camino admirablemente, como siempre.
ResponderEliminarMil besos,
Luis.
Hola Ardilla.
ResponderEliminarEl tema es para ponerse serios, como merece el abuso del ser humano por el ser humano.
Esa época la he vivido nítidamente a través de mi padre.
Ninguna guerra es justificada, y menos aún la de hermano contra hermano; amigo contra amigo. Si por lo menos supésemos aprender de nuestros errores... pero, temo que no es así.
Tu Relato, es un trozo de historia, bien llevada por ti y tu narración, y basada en un horror real, con maticas de sentimientos amables.
Un fuerte abrazo, Ardi.
Bienvenida de nuevo al grupo de los jueveros.
ResponderEliminarUna historia que toco de lleno a tantas familias y en muchos casos las dividio en muchos casos sin saber mucho que era la izquierda o la derecha...
Primavera
¡Hola Ardi!
ResponderEliminarGuerras absurdas en las que tuvieron que pelear un ismo país por la locura de un dictador.
Mi abrazo enorme.
Morgana.
Hola, amiga! Parece que algunas volvemos al redil... ese rojo y azul -que yo llamaría mejor rojo y negro- es una prueba de muchas cosas, de voluntades, intereses, dogmas y crueldad de las guerras.
ResponderEliminarCamisa azul y boina roja, bandera tricolor o bicolor, flechas o yugos, águilas o barras, soles o estrellas, todo para identificarte y ubicarte en un pensamiento y detrás de unas líneas llamadas fronteras. En realidad, sólo significa: "Defiende mi interés porque el que el que está al otro lado de la línea es malo y distinto a tí"... Como dice una canción de La Polla Records, "En la guerra morirás por su dinero, en la guerra morirás por su interés..."
Un Beso y un Bravo!!!!
Algo tarde os contesto; pero aquí estoy.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos, "jueveros" y amigos en general. Vuestras palabras son abono indispensable para que este árbol crezca sano y fuerte.
Abrazos a repartir :)
Tiempos difíciles en los que o estabas con ellos o contra ellos. A mi abuelo paterno le denunció una vecina y le fueron a buscar para darle el paseillo...
ResponderEliminarUn beso
Ardilla paso a visitarte por primera vez, me gustó leerte. Nos presentas otra visión más de los años duros de una dura guerra,.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Ardilla! Es un gusto conocerte, tu lectura y tus recuerdos. Hermoso y melancólico relato que forma parte de tu bagaje familiar como una joya cuidadosamente guardada, y ahora vive en tu memoria.
ResponderEliminarHermoso!
Cariños
Ha resultado cierto que del bando de los vencidos había momentos en que nadie se acordaba. Basta con haber vivido aquellos años de telediario en que se alardeaba de esa paz que había en España.
ResponderEliminarDe niño, no viví, ciertamene esa inquietud que había precedido a los enfrentamientos militares. Eso le había sucedido, desafortunadamente a otros. Gentes que nacían en esa época, me he dicho de niño con ingenuidad, que usa sombreros. Cuanto miedo contenido, que dé historias, qué represiones tan dolorosas en el uno y otro bando.
La guerra en general, no obstante ha seguiendo siendo para mí un enigma.
¿Las guerras, de verdad son evitables?
Yo, que no paso del cabreo, me pregunto por qué terminó tan mal aquella experiencia de república en España!
Hola Ardilla. A penas te había leído alguna vez y este relato me ha gustado mucho, otra de las muchas historias de injusticia que se vivieron en esa guerra, como en todas las guerras.
ResponderEliminarBonito el respetuoso recuerdo del militar y muy rica en imágenes y detalles la narracion.
Saludos.
Prometo leerla otro día ahora solo estoy de pasada y quize dejarte un abrazo para estos días.
ResponderEliminarTiene que ser real porque tiene un gran paralelismo con muchas historias de familia. Supongo que la abuela sería consciente del riesgo que corrió guardando aquella prenda en los años que siguieron. Por lo menos en Cataluña, si en alguno de los muchos de los registros sumarísimos que llevaban a cabo los vencedores hubiesen encontrado una prenda republicana tan relevante, lo hubiese pagado toda la familia.
ResponderEliminarClaro que los registros de los milicianos durante la guerra buscando objetos religiosos no eran menos desalentadores y, a pesar de ello, mi abuela siempre guardaba un icono de la virgen del Carmen escondido tras la cama. Siempre decía que a ella le rezaba para que sus cuatro hijos regresaran del frente sanos y salvos, y que su arriesgada hazaña hizo que la virgen así lo hiciera.
Buen relato. Sería una gran idea adaptarlo cinematográficamente como corto o como mediometraje.
ResponderEliminarTodo un placer haber pasado por aquí.
Cordiales saludos, Ardilla Roja.