En la web de Ediciones Fergutson ya no aparece y algunos de vosotros habéis mostrado interés en leer el cuento. El nombre salió de jugar con las letras de la palabra paraguas y acabo de saber que así se llama una bebida colombiana. ¡Todo está inventado!. Aquí os lo dejo. Espero que os guste.
Guarapo.
El paraguas que quería ser flor
Guarapo, el paraguas con los colores más alegres del mundo, yacía abierto en el porche de la casa. Dejando a la vista una de sus varillas, escurría lánguido el agua acumulada en la última tormenta. Su amigo el viento, que era un travieso, le silbaba: fiuuuuuuuu; le hacía cosquillas, intentaba volverlo del revés, lo empujaba, lo cambiaba de lugar… Pero nuestro pobre paraguas había perdido las ganas de jugar y arrastraba lastimoso su desnuda baquetilla por las baldosas del soportal.
-¿Qué te pasa hoy, Guarapo? ¿Por qué no das piruetas como otras veces? ¿Estás enfermo?- Le preguntó su amigo, preocupado.
-No me gusta mi vida. He dejado de importarle a mi dueña. A veces pasan varios días hasta que me recoge y me mete en el paragüero. Luego allí, es todo tan oscuro y triste…
-¿Y en qué has pensado?
-¿Sabes, amigo? a veces miro las flores y sueño. Ellas también tienen vivos colores y se mojan cuando llueve, pero están felices porque después ven el sol. Me gustaría ser flor… -dijo abatido.
-Las flores son muy bonitas y a los ojos de los demás su vida es muy alegre, pero no creas que divertida -explicaba el viento, que viajaba mucho y se enteraba de todo-. Les atacan enfermedades, les caen encima las pelotas de los niños que juegan en el parque, y si no llueve en muchos días o nadie las riega, se secan y mueren. Tú no ves el sol, pero paseas por las calles, ves las luces de las tiendas… Acompañas a tu dueña cuando nadie más lo hace, y eso es muy importante para los humanos.
-Sí, Viento, lo sé. Pero estoy convencido de que mi dueña quiere un paraguas nuevo.
En una suave brisa el viento seguía hablando. Sabía que en las afueras de la ciudad había un sitio donde los humanos reparaban objetos y con las cosas viejas fabricaban otras distintas. No estaba seguro de que fuese la mejor solución para su amigo, no obstante lo vio tan triste que le contó de qué se trataba.
-¿Lo dices en serio? Me encantaría conocer ese lugar. No dudo que es lo más conveniente y mi dueña no se sentiría culpable por deshacerse de mí.
-Soy tu amigo y, sea cual sea tu decisión, te apoyaré.
-¡Pues sopla, Viento! Tan fuerte como puedas y ayúdame a volar.
Guarapo estaba decidido. Echó una ojeada con cierta melancolía al porche en el que había escurrido el agua tantas veces. No había vuelta atrás. El viento se aplicó hinchando mucho los mofletes y con un violento resoplido elevó a Guarapo por los aires.
El viaje hasta el patio del taller de reciclaje no fue fácil. Con la varilla descosida se enganchaba en los cables del teléfono, en las antenas, en los alambres de los tendederos… Tras muchos tumbos y volteretas, tomó tierra junto a unas viejas y oxidadas máquinas de coser. Al caer, se rompió la bella empuñadura de madera. No empezaba con muy buen pie su nueva vida; daba igual, estaba seguro de que todo saldría bien. Él lo eligió así y veía su futuro con optimismo.
A la mañana siguiente, el sol brillaba con intensidad. Uno de los trabajadores reparó enseguida en los llamativos colores de Guarapo: ¾Tu estructura está hecha polvo, pero tienes una tela preciosa. Veré qué puedo hacer contigo ¾ comentó para sí el operario mientras en su cabeza imaginaba la nueva apariencia de Guarapo.
Nuestro protagonista no podía hacer otra cosa más que dejarse llevar. Fue descosido por completo y su tela lavada, cortada y vuelta a coser. Al verse reflejado en la luna del escaparate, apenas se reconocía. Se había convertido en una bonita cometa.
Guarapo estaba desbordante de alegría. Una mañana voló tan alto en la playa que dejó de oír el mar, los gritos de los niños, las gaviotas de las rocas e incluso las motos de agua. Entonces se dio cuenta. Él había querido ser flor para ser feliz, pero la felicidad no está en lo que uno es o puede llegar a ser. No la encuentras en las metas que se alcanzan, sino en el camino hasta llegar a ellas, en los amigos y la gente que nos quiere.
Guarapo supo que era feliz porque su amigo el viento estaba allí. ¿Qué interés tendría, si no, ser cometa?