La historia de Raquel - Capitulo 2 - De cómo no hay mal que por bien no venga.

Cuando Raquel me contó lo sucedido estaba conmocionada. De un día para otro se convirtió en la protagonista de una película de cine mudo; sin habla, sin color, con los ojos cercados de sombra negra de tanto llorar. Su rostro era el reflejo de la tristeza absoluta. ―En cuanto despierte todo volverá a la normalidad, esto no es más que una pesadilla― repetía de tanto en tanto. Nunca la había visto tan hundida y temí por su salud.

Pasadas las vacaciones de Navidad intentó varias veces hablar con Andrés, mas nunca disponía de tiempo o se inventaba una excusa; se le averiaba el coche, debía acompañar a su madre a un recado, o de repente se enfermaba; para mí estaba claro que todo había terminado entre ellos y lo mejor era pasar página; pero Raquel necesitaba saber los motivos, esos “temas pendientes” que no les permitían estar juntos.

En la empresa también trabajaba el hermano de Andrés y con la sospecha de que supiera algo del asunto animé a mi amiga a hablar él. Quedaron en verse el fin de semana tomando una taza de café; pero Felipe no le aclaró sus dudas, entre ellos no se daba la complicidad que se supone entre hermanos; tan sólo le contó que no tenían los mismos gustos y frecuentaban ambientes y locales diferentes.

El caso es, que tras aquel primer café vinieron más y un buen día me vi avanzando por el pasillo de la iglesia de San Esteban, patrón de la localidad de Raquel, llevando la cola de su vestido de novia. Era precioso, de tafetán, con escote barco, bordados de seda y pequeñas perlas venecianas... ¡Qué guapa estaba!... ¡Y qué irónica es la vida!, aquel que creyó hombre de sus sueños estaba a punto de convertirse en su cuñado; un familiar a quien vería en encuentros obligados desde el lado opuesto de una mesa.

Hasta entonces ella seguía sin conocer las razones de Andrés, los “temas pendientes” para dejarla de una manera tan poco elegante, pero las verdades son como semillas que permanecen ocultas bajo la tierra, con paciencia y tiempo siempre afloran.

(continuará...)