Baño de espuma

Afuera,  frías greñas de algodón blanco se desprenden de las nubes y cubren la tierra.  Adentro, acompañada por la a música de un piano, la ropa de Inés cae al suelo. En el velado espejo del cuarto de baño se adivina el reflejo de su cuerpo y por encima del borde de la bañera, nubes de espuma bailan agitadas mientras la esperan. 

Sumerge una pierna y despacio se entrega al calor del agua. Apoya su cabeza hacia atrás y cerrando los ojos se deja acariciar por los acordes de la cadente melodía. Moldea con una mano pedazos de espuma densa, que suave y cremosa se extiende obediente a lo largo de su brazo, su hombro, su cuello…  Sus pechos redondos y pequeños se yerguen buscando las manos de Roberto.  Los dedos de Arthur Rubinstein regalan sus oídos con el Nocturno de Chopin y bajo el agua, como animales marinos, entran y salen de las profundidades otros dedos. Rozando orillas, bordeando valles…  Juntos con claves de sol y corcheas se mezclan "ays" de húmedo placer, quejidos, balbuceos, sacudidas de gozo.

Aturdida por el vapor, Inés abre los ojos. Se diluye la espuma, el agua se enfría. Despierta. Recuperado el aliento comprueba, que anhelando las manos de Roberto nuevamente se ha dejado engañar por las suyas.