Al morir le di asilo en mi memoria y vez en cuando, como un manantial que brota entre las rocas, fluye claro a través de mis recuerdos.
Mi abuelo era un hombre sencillo, superviviente de una guerra y padre de dos hijos: mi madre y mi tío Antonio, mantenía a su familia trabajando el campo. Su piel olía a sudor y azufre cuando regresaba de “echar el jornal” en la finca del Dr. Marín, el médico del pueblo. No me importaba colgarme de su cuello y llenarlo de besos, daba igual si me irritaba la cara con la dureza de su barba.
-Abuelo, ¿me dejas que te peine?- No recuerdo que se negara nunca. Sin rechistar se convertía en dócil víctima de mis aficiones. En el verano del sesenta y ocho agoté una tarde mojándole el pelo y haciéndole peinados. Le puse pinzas, rulos de la abuela, lo peiné con flequillo, con la raya en medio, le hice ondas... Paciente, leyendo el periódico se dejaba hacer.
El cansancio acumulado por tantas horas de trabajo no se imponía a sus ganas de aprender. Estudiaba los noticiarios como si fuesen libros de ciencia, palabra por palabra incluso los anuncios. ¡Que cosas inventan los hombres! comentaba asombrado cuando leía datos referentes a un trasplante de corazón, un paseo espacial, o un simple muñeco articulado.
Con el transcurrir de los años mis vocaciones cambiaban. El verano siguiente sería monja enfermera e iría a las misiones a curar a los niños negritos. Mi llamada me instó a ponerle vendajes en los brazos, en la frente, en las piernas… Los recortes de los bajos de los pantalones que Tía Engracia tiraba al suelo hacían las veces de gasas, escayolas y cabestrillos. Tía Engracia (así la llamaban mis abuelos a pesar de no ser de la familia), era muy cuidadosa. Se lavaba a conciencia las manos y se ponía un delantal limpio antes de salir “a la puerta” a coser. Concentrada en su tarea hablaba poco, sólo las moscas que paseaban por la tela eran capaces de romper sus silencios. ¡Putas, asquerosas!, profería de tanto en tanto dándoles manotazos.
No disfruté de tardes de invierno, ni navidades, ni mañanas de reyes junto a mi abuelo. La vida me arrebató esos momentos; sin embargo los veranos con sus largos días compensaron las carencias. Por las noches, tumbado en la hamaca me cogía en su regazo y me enseñaba las estrellas. Con su dedo algo deforme por la incipiente artritis me mostraba las figuras que formaban: “La rasera”, “la sartén”, “las tres Marías”… Dada igual si se inventaba los nombres. ¿Acaso la Osa Mayor no parece más una sartén que un animal?
Las primeras letras que escribí fueron para él. Perro, gato, casa, nena, uva… palabras inconexas recogidas en la hoja de una libreta. Mi abuelo conservó ese papel el resto de su vida como si de un manuscrito de Cervantes se tratara. – ¡Esta niña es una artista!- solía exclamar al ver alguna de mis creaciones pictóricas: barcos navegando con el casco boca abajo, estrellas en una mañana soleada, monigotes con seis dedos en cada mano...
Mi abuelo consumió sus últimos años siendo esclavo del oxígeno. Los moradores de sus pulmones fueron extendiendo lentamente sus tentáculos y anulando poco a poco su capacidad de respirar. Se apagó despacio, sin remedio, con una muerte largamente anunciada. Demasiado pronto.
Un escrito entrañable, a veces estos recuerdos nos dan vida. Gracias por tus palabras en mi blog, ya sé que no eres insensible, faltaría más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué maravilloso y entrañable relato, Ardilla. Me has emocionado con los recuerdos de tu abuelo. Claro, yo también soy abuelo. Y aguanto feliz lo que me hacen mis niñas. Y sus dibujos iluminan mis ojos cada vez que los veo, presidiendo el cuarto de mis "cosas". ¿Abuelo, quiero ser pintora?, me dijo recientemente la pequeñita. Y trazas tiene.
ResponderEliminarFeliz semana, Ardilla.
Besos.
Y este debe ser el primer capítulo de esa novela que me debes. La del Planeta, ya sabes, el jurado con los ojos lloroso y la piel de gallina diciéndole a Lara, que no, que este año no se lo damos al que estaba previsto, que esta escritora hispano-gabacha se lo merece mucho más...
ResponderEliminar;)))
Un beso.
Realmente maravilloso este homenaje a tu abuelo emociona recordar a nuestros seres queridos.
ResponderEliminarA mí me ha emocionado tu relato
Un beso de Mar
Me has emocionado hasta la médula...maravillosos recuerdos ,pese a la dificultad de los últimos años.Suerte el haberlos conocido,yo tan sólo tengo el recuerdo lejano de mi querida abuela materna...la que me guía en mi camino...¡¡Ya estoy moqueando!!
ResponderEliminarSiempre me emocionas Ardi....
Besos.MJ
Que maravilla, no se escribriria nuestra infancia de la misma manera sin esos iconos de afecto y sin esas estancias calidas de proteccion y afecto. Los abuelos son los guardianes de nuestra niñez.
ResponderEliminarBesos.
No tuve la suerte de poder contar con la presencia de mis abuelos, pero he visto a mi hija crecer con unos abuelos cariñosos, juguetones, comprensivos y cómplices de todo lo que hacía.
ResponderEliminarUn relato precioso, muy emotivo.
precioso relato..mis nietos hacen lo mismo con mi cabeza,sus abrazos y cariño me fortalece el espiritu.....te abrazo
ResponderEliminar!Qué suerte ardillita! no conocí ni abuelas ni abuelos, todos, todas, muertos por el hambre, la desgracia o la guerra...Me hubiera gustado sentir su olor de viejo/a, sus historias repetidas, su tristeza y su alegría...!qué suerte la tuya! ¿Algún día seré abuelea? Vete a saber, los jóvenes se lo platean muuucho hoy en día.
ResponderEliminarBuen pulso para describir esas sensaciones, te felicito, natalí
Me hiciste revivir los recuerdos de mi abuelo materno… lo tengo en el fondo de mis recuerdos con una profunda estima… Gracias por este bellísimo escrito. Recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarArdillita:
ResponderEliminarMe he emocionado hasta las "trancas" del alma ;=) con tu relato, y no sólo por lo brillantemente escrito que está, sino por ese universo de calor humano que se desprende de cada una de sus palabras.
¡Sí, señor!, Ardi, a esto le llamo yo escribir con pluma de oro y desde el tuétano...
Un placer compartir tus bellos recuerdos...
Que envidia me dais las que teneis tantos recuerdos de vuestros abuelos.
ResponderEliminarYo casi no les conocí.
Murieron siendo yo muy pequeña, todos.
Pero tuve ocasión de comprobar como ejercia mi padre de abuelo de mis hijos, y es una relación muy bonita.
Los niños ven a su abuelo como un mago que les consigue todo lo que piden, hasta las estrellas, como a ti el tuyo.
Muy emotivos tus recuerdos, haciendole el pelo, o poniendole venditas, jajaja.
Entonces en vez de ardilla, era muy mona, monisima.
Que suerte la nuestra, la de haber podido caminar de la mano de esos seres maravillosos por los caminos de nuestra infancia. Tengo recuerdos muy parecidos a los tuyos, pero el que más me queda es el de las estrellas.Mi abuelito no sabía leer, cuando cumplí 10 años hizo que me abuelita me regalará una encicopledia general y uno de los tomos eran de Astronomía, me hacia leerselo mientras callado miraba el cielo. Camino de mi mano por última vez en junio del 83 pero en mi cielo aún caminamos juntos. Bechooooooosss y gracias por compartir tan bello relato
ResponderEliminarUna entrada muy, muy emotivo. Has reactivado en mi ciertos recuerdos que hacía tiempo que no subían a la sala de máquinas.... son pocos y borrosos, pero como tú, de los más valiosos que poseo. :)
ResponderEliminarUn abrazo Ardillita¡
Ardillita. Esto emocionada por la historia que has narrado, y por la forma en la que lo has hecho.
ResponderEliminarRezuma ternura, espontaneidad, recuerdos amables y sobre todo un cariño a prueba de tiempo.
Él se ha ido... pero está claro que vive en ti.
Precioso.
Un beso.
Hola Ardilla, como me ha hecho recordar a mi abuelo materno (el paterno no tuve la suerte de disfrutarlo, porque se murió demasiado pronto para mi).
ResponderEliminarNo se si se es consciente de la suerte de tener abuelo y lo que se aprende con él. Siempre lo recordare.
Un escrito entrañable y que remueve recuerdos.
Besos
Muchas gracias a todos/as.
ResponderEliminarComo dice Teresa Cameselle, en torno a lo que habéis leído me gustaría escribir una novela. Ya es mucho que tenga claro eso, ahora falta desarrollarla.
En cuanto a lo del Planeta... jajaja Sé que le sale del corazón y no de la razón. Antes que a mi, se lo darán a ella.
Quiero dar la bienvenida a La abuela frescotona, la cual espero ver por aquí a menudo.
Abrazos
Ardiiiiiiii. Cómo me ha gustado este escrito. Las palabras se me fueron subiendo a la falda hasta que me engatusaron con su murmullo y me adentré en tu historia. Jo, sí que deberías continuar. No pienses que es una novela, sino cosillas que quieres contar a alguien que te acompaña, tumbados en la hierba mirando en cielo.
ResponderEliminar¡Hola Ardilla Roja!
ResponderEliminarYa estoy en tu árbol, aunque espero no irme por las ramas.
Ante todo, quiero agradecerte muy profundamente tu defeencia al haberte dado de alta como seguidora de mis blogs, así como por tus visitas y amables comentarios.
En justa correspondencia, si me lo permites, voy a enlazar este estupendo blog que tienes con los míos para poder seguirte puntualmente.
Emocionante y muy entrañable el recuerdo de tu abuelo que, como todos los abuelos, permiten todo a sus nietos.
Estoy seguro que, allá arriba en el cielo, habrá sonreído y se sentirá muy orgulloso de ti.
Un beso.
Imposible leer esto sin que se te piante unlagrimon¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminartengo los mejores recuerdosde infancia de mis abuelos, paternos , vivian en el mismo terreno de mi casa, y los disfrute, tanto ¡¡¡¡¡¡
eran sencillos, sus pastas caseras, los tucos de la nona, ayyyyyyyyy por favor, como los necesito y extraño¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
puffffffffffff mucha emocion ardillita ¡¡¡
besos
Hola Ardilla.
ResponderEliminarTe lo he dejado escrito muchas veces, pero no me importa ser repetitiva en esto:me encanta como escribes. Este relato es sencillo y entrañable. ¡Qué recuerdos tan bellos!
Me parece estupendo que te plantees lo de la novela. Es una alegría doble. Por un lado, es una muestra feaciente de que estás bien del todo. Por otro, los nuevos proyectos van unidos a entusiasmo, sueños, ideas...
No dejes de hacerlo. Puedes.
Un abrazo grande.
Maat
Con ese comienzo resultaba difícil creer que tuviera un mal final.
ResponderEliminarCreo que está bien escrito y además es muy emotivo.
Un abrazo saltimbanqui.
Hola Ardilla, me encanta tu blog, y el relato que haces de tu abuelo, me recuerda a los míos, pues era lo habitual en la huerta, me enternece profundamente, yo por la edad y por los hechos voy camino de ser abuelo, ¡qué ilusión más bonita y más tierna! que te recuerden como tú recuerdas al tuyo. Un afectuoso saludo murcianica.
ResponderEliminarHola Hola Ardillita,
ResponderEliminarMi niña, me ha llegado al alma este escrito.
No se equivocaba tu abuelo, ¡¡eres una artista!!. Haces magia cuando compones y logras emocionar al lector. Te prometo que casi se me cae una lágrima...
Sólo llegué a conocer uno de mis abuelos y era muyyyyyyyy chiquita. Me has hecho soñar.
Mil abrazotes gigantes!!
No dejes de cuidarte.
Ardilla:
ResponderEliminarmuy emotiva entrada. Comparto esa sensación de añoranza y ternura en mis recuerdos hacia mi abuelo. Veo que en eso nos parecemos . Hemos sido afortunadas en los afectos de nuestra infancia. Eso nos ha enriquecido y nos dará fortaleza siempre, a lo largo de nuestras vidas.
Hermoso homenaje. Me has hecho caer una lagrimita.
Besos.
Gracias a todos/as. Me emocionáis con vuestros amables comentarios.
ResponderEliminarMe alegra que os haya llegado un poquito de lo que ha significado para mi la figura de mi abuelo. Tal vez porque no conocí al otro y las abuelas eran dos, él se ganaba la parte más grande de la tarta de mi cariño.
Bienvenidos Jota Ele y Antonio Verdú Esta es vuestra casa.
Abrazos a repartir.
Hola Ardillita,me alegra tu visita. Paso a saludarte y leerte.Me encanta tu relato,me recuerda mucho a mi abuelo. Tu abuelo tenia mucha razón eres una artista de las letras y seguro que también en otras facetas de la vida. Un saludo
ResponderEliminarG R A C I A S, y porque no puedo ponerlo con letras más grandes y más mayúsculas.
ResponderEliminarGracias, por tu apoyo, tu solidaridad, tu esfuerzo, tu renuncia a tu espacio para cederlo a una causa justa, por presionar, y por avanzar.
No siempre es así, pero esta vez ha funcionado... de momento, porque, desgraciadamente no ha sentado un precedente, pero para eso estamos trabajando, de momento, ya he enviado reclamaciones a El Defensor del Pueblo e instituciones similares a nivel nacional y europeo.
Creo que la brecha en el hormigón armado de Renfe está abierta, y, sin tí y personas como tú, tus lectores, tus amigos y amigas, en fin... termino como empecé.
G R A C A S.
Un fuerte abrazo.
Miguel.
P.D. Qué bello relato y que bueno que uno pueda guardar tan gratos recuerdos de su abuelo.
Hola Miguel, bienvenido. Como te dije en tu blog, ha sido un placer ayudarte.
ResponderEliminarSi con tan poco esfuerzo se consiguen metas tan gratificantes, no hay que dejar los brazos cruzados. ¡Ojalá pudiera hacer más!
Un abrazo, mañico. Vuelve cuando desees, esta es tu casa.
Cuantas, cuantísimas coincidencias he disfrutado en tu relato, casi como si fuera yo misma la que lo contara...yo hacia identicas cosas con mi padre, montaba cada tarde una peluqueria, o un hospital segun me diera, y siempre le parecian grandiosos todos mis intentos para con el....Dios, has despertado una niñez muy parecida, hasta en la felididad que me produce el recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo....seguire leyendote.
No puedo contenerme, pensé que iba a dejar de comentar esta entrada porque las lágrimas no me dejan ver la pantalla. Tu historia se queda guardadita en mi corazón. Yo también tuve una relación entrañable con mi abuelo paterno y no lo pude disfrutar tanto como tú al tuyo. Sin embargo, tuvimos una relación epistolar de la que quedan apenas dos vestigios. He querido hacerle un homenaje en mi blog... un tanto parecido al tuyo, pero las lágrimas nunca me dejan.
ResponderEliminarA lo mejor después de leerte pueda alguna vez compartir esa alegría de haber tenido un abuelo maravilloso, aunque quizá no logre hacer con el encanto con el que tú escribes.
Apapachos
Perdón, soy una despistada, firmé con otra cuenta... pero yo soy alterego.
ResponderEliminarQué entrañables momentos cuando arreglabas el pelo a tu abuelo. Su deseo de aprender palabra por palabra, cualquier conocimiento viniera de donde viniese, me recuerda mucho a mi padre, quien se detenía en plena calle a mirar ene l suelo un papel caído de algún sitio que contenía letras.
ResponderEliminar¡Qué cosas inventan los hombres! Es una expresión que sale de alguien que clama por la vida y encierra un valor interior que no se puede medir. Era santa su paciencia dejándose poner tus vendajes.
Seguro que contemplar con tu abuelo las estrellas en verano compensaba con creces los momentos en los que no le veías el resto del año. Pues sí, bien mirada, la Osa Mayor parece más una sartén que un animal.
¿Conservas las primeras letras que escribiste para él? Si fuera así las guardarás como un auténtico tesoro.
Admiro a las personas que, como tú, vierten sus recuerdos más queridos abiertamente, y más con esa naturalidad que desprende un cariño cierto.
Un fuerte abrazo.
Hola, Marcos.
EliminarSanta paciencia la suya, desde luego. Tal vez por eso quedo mas marcado en mi memoria que mis abuelas. Al otro abuelo no llegué a conocerle.
No hay que tener miedo a dejar que el corazón hable Marcos. La técnica ayuda mucho a la hora de escribir, pero la emoción solo se consigue con verdad
Un abrazo, y muchas gracias por tu tiempo y tu lectura.
Ay, ardilla, mi tío Manuel también murió así. Que bueno que le escribieras tus primeras letras.
ResponderEliminarSon recuerdo imborrables.
Yo hecho mucho de menos a mi abuelo, pero también a mi hermana, mi padre y mi madre que aún no he superado.
Pero todos esos momentos vividos que nos compartes son su mejor legado, eso siempre lo llevarás en el corazón.
Vaya noche llevo, entre la llantera al leer a Marcos, ahora otra vez al leerte a ti y es que no puedo olvidar a mi pobre madre.
Un abrazo muy fuerte
Hay personas irremplazables, Nuria. Mi madre tiene 87 años, mi abuelo era su padre. Pues a mis años, a veces la llamo para consultarle una receta o para que me indique cómo hacer algo. Y creo que siempre la voy a necesitar.
EliminarUn abrazo fuerte y muchas gracias por pasarte.