Jugando con el barro

Este relato lo escribí hace años. Fue mi primer “tonteo” con la literatura erótica y quiero dedicárselo a mi amigo Alparcero, puesto que es uno de sus preferidos y porque además, hoy es su cumpleaños. Espero que a vosotros también os guste. 

Jugando con el barro

Es en ese instante de la noche cuando sólo se oye el silencio, el momento en que me gustaría ser Dios y poder decidir el Qué, el Cuándo y el Cómo. Manipular el tiempo y el espacio, poder dar vida a mis sueños. Hacer y deshacer a mi capricho y así como sucedió en el paraíso, tomar un trozo de barro y crearte. Jugar con él entre mis dedos e intentar recrear tu imagen.

Con mis manos húmedas, darte forma recorriendo tu cuerpo por entero y resbalando por el barro de tus curvas y tus rectas, perfilar tu boca, tu nariz y tus orejas, reproducir tu torso, tus imaginadas piernas, tus brazos y tus manos. Suavemente rozar tus partes más intimas, corrigiendo imperfecciones con la yema de mis dedos, dando forma a eso tantas veces esbozado en mi mente y que ahora lo tendré al alcance de mis manos, de mis ojos, de mi boca… Y una vez formado, darte color. A tus cabellos, el brillo almibarado de la luna en un mar en calma, a tus ojos el  verde ambarino de la aiceituna, a tus labios, el rojo suave del vino para después beber de ellos. ¡Ay! deseo tanto el contacto de tu piel, el roce de tu vello con el mío, fundirme contigo en esta hoguera que me quema. Te  amaré con todos mis sentidos.

Con mis ojos, dibujando con mi mirada cada línea de tu cuerpo, recorriendo cada montaña y cada valle, escudriñando cada oquedad de tu terreno salvaje y virgen, nuevo e inexplorado. Con mis oídos, escuchando tu respiración dificultosa y jadeante, portavoz de tu deseo. Con mis manos, llenándote de caricias eternas, subiendo tus montes, recorriendo tus senderos. Sentirás mis manos en cada uno de tus caminos y cruzando tus bosques, sembraré tus surcos con mis besos.

Te amaré con mi boca, saboreando de la tuya ese vino que embriaga, lamiendo con la tibieza de mi lengua tu menhir firme y sagrado. Bebiendo a placer de tu fuente de vida infinita. Con mi nariz, oliendo el aroma agreste del tomillo, el hinojo y el romero de tu piel. Respirando y llenando mis pulmones de cada molécula de vida, desprendida en tu aliento. ¿Y a este? ¿Podré darle color?

Tal vez una suave transparencia que evoque el momento en que nuestras almas se unan. Será ese el instante en que mi cuerpo reconozca en tu mano temblorosa y en tu cálida mirada, tu deseo contenido. Y entonces, después de mil jadeos juntaremos nuestros cuerpos y calmando el hambre de mi vientre y mi sed por un instante, conseguirás que salga de mi cuerpo y viaje lejos, muy lejos…

A la vuelta, cansada, dejaré que mi corazón se calme, respiraré hondo y sentada ante ti mi obra perfecta, te observaré despacio y con mis ojos te acariciaré de nuevo y soñaré tal vez con un nuevo viaje.