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sábado, 30 de junio de 2012

Un jueves, un relato - En los zapatos de otro


Yo era un mengajo de niña cuando empecé a usar zapatos de tacón. Me gustaba el claqueteo del roce del alza contra el ladrillo rojo brillante del suelo de la casa. Mi madre decía que eran zapatos de pico de golondrina; a mi me parecían de piel normal como todos los zapatos, con el talón más alto y la cara puntiaguda igual que la de un boquerón; pero normales. Más tarde comprendí que no se refería al material, si no a la forma aguda de su punta. Por qué no se llamaban de “cara de boquerón” en lugar de “pico de golondrina” es algo que nunca supe. 

Me encantaba meter mis pies menudos, en aquellos enormes zapatos que brillaban como espejos. Para mi eran zapatos mágicos, como las botas de siete leguas del gigante de pulgarcito; pero en lugar de llevarte lejos, te hacían crecer. Al llevarlos cambiaba mi perspectiva del entorno. No era igual ver el borde de la mesa, que la superficie y lo que en ella hubiese; el tapete, las gafas de la abuela, el platito de porcelana china al que siempre iban a parar los botones que se caían de las camisas... 

Cuando di el estirón perdí el apego por ese tipo de calzado. Ahora nunca los uso; sin embargo, pienso que la costumbre de subirme en aquellos tacones ha echo de mi una persona más empática con quienes me rodean. Intento ponerme en su lugar, calzarme sus zapatos y como entonces, ver qué hay por encima del borde. 
                                  
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En la zapateria de Gastón teneis muchos modelos a elegir.  http://www.gastondavale.com/2012/06/este-jueves-un-relato-en-los-zapatos.html

Se me murió el ordenador el martes pasado y hasta hoy no he estado operativa. (Parece que el diablo se aburre, no sé)
 

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