Era un jueves y fui a visitar Raquel; entre su trabajo, los quehaceres domésticos y la niña, no le sobraba mucho tiempo para cotilleos y salir con las amigas. Estábamos charlando en la cocina cuando sonó el teléfono. A los pocos minutos se acercó Felipe con el inalámbrico en la mano preguntándole si estaba de acuerdo con que Andrés pasara el fin de semana con ellos.
―Es tu hermano, decídelo tú― contestó ella sin más explicaciones, el tiempo la enseñó a entibiar el carácter y aceptar a su cuñado sin hostilidades aparentes.
―Es que no vendría sólo y si te vas a sentir mal prefiere no hacerlo― continuó él.
Para mi... lo diré en lenguaje llano, Andrés los tenía como balones de fútbol. Entonces Raquel me miró con ojitos suplicantes, una cosa es recibir a la familia y otra diferente compartir el fin de semana con una desconocida con la que consciente o no, en algún momento se compararía. Enseguida comprendí que yo también estaba invitada. Acepté con gusto, cómo no; a la postre he sido testigo de su historia desde que éramos niñas y fui yo quien la recogió del suelo cuando Andrés la dejó tirada.
El sábado a mediodía, como convenido, acudí a ayudarla con los preparativos.
―Ya verás, seguro que es tonta, fea y los treinta ya no los cumple― le decía yo mientras cortaba unos daditos de queso para el aperitivo.
― Menos que una “Barby Malibú” no le consiento― replicó ella.
Las risas fueron sesgadas por el crujir de la gravilla del camino. Estiramos el cuello como dos tortugas que quisieran salir de la concha; mas los reflejos del sol en la luna delantera del Toyota Yaris de Andrés ocultaban el rostro de la misteriosa acompañante.
Un minuto después nos miramos boquiabiertas, ¡vaya con el “asunto pendiente”! Del interior del coche descendió un morenazo de ojos verdes, guapísimo, alto, con una anchura de hombros que parecía un armario de tres puertas. Un chicarrón como esos que se anuncian en algunas revistas, musculoso, sexy y gay hasta el infinito. Se despejó la incógnita, la X no era X, si no Y.
Volví a mirar a mi amiga y mejorada de la impresión, comenta:
― ¡No me extraña, es muy atractivo!
Epilogo:
Siempre es mejor tomarlo todo con humor. Como yo digo, la mentira es coja y nunca corre lo suficiente, Andrés mintió a Raquel, la engañó para cubrir las apariencias con su familia, le ocultó su verdadera identidad; sin embargo su embuste la llevó hasta Felipe quien le ha dado un hija preciosa y mucha felicidad. Bien está, lo que bien termina.
Simpático y sorprendente relato.
ResponderEliminarComo Andrés, hay muchos, creo que cada día más.
Un saludo
Hola Ardilla, este final no me lo esperaba, pero me gusta.
ResponderEliminarSiempre me gusta que acaben bien, que para mal ya acaba la vida.
Besitos enormes
el lio de Abi
Holaaa Ardillita,
ResponderEliminar¡¡¡¡¡Me encantó!!!!!. Quedé enganchada con la historia fantástica. No me esperaba el golpe de tuerca.
Enhobuena.
Mil abrazotes.
Eso digo yo: si todo termina bien, para qué repasar el guión.
ResponderEliminarBesos de los de verdad.
Hola Ardilla
ResponderEliminarAlgo así me esperaba, quizá porque ya he oido algún caso más de ese tipo.
Suerte tuvo Raquel que encontró el amor y la cosa no llegó a mayores, ya he oido alguno que salió del armario después de muchos años de matrimonio y varios hijos, y debe ser muy duro.
Un beso de Mar
Bueno el final inesperado pero real, bastante real. Al final todo salió mejor de los que se esperaba.
ResponderEliminarUn besazo
amos, amos, amos, final feliz...jeje como has conseguido engancharme.....
ResponderEliminarBesazos
Trast
bueno! ese final no me lo esperaba! jejejeje...me quedo pensando y no sé si esa situación me resultaría más soportable que la más simple y trillada que compararse con otra mujer. Siempre queda el recurso de compadecerla a ella por el pelmazo que se lleva! jajajaja
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Ardi.
ResponderEliminarEscribes de una forma que siempre leo tus historias con avidez. Me encanta el sorprendente final, que sinceramente... no me esperaba.
Un abrazo, y buena arboleda para trepar, te deseo en este finde.
La verdad es que verse en esa situación no ha de ser muy agradable; pero el ser humano dispone de recursos para curarse las heridas, ignorar lo que le duele y continuar vivo a pesar de las circunstancias.
ResponderEliminarMuchas gracias por haber seguido la historia de Raquel.
Abrazos con abrigo (el frío ataca de nuevo!)
Pues sí, mucho gusto no tiene que dar ver que una persona por la que has sentido algo te ha estado engañando porque ni siente por tí, ni por las del mismo sexo, sino todo lo contrario.
ResponderEliminarPero, bueno, si por otro lado conoció a su hermano y es feliz, no hay mal que por bien no venga. Besos.
Bueno ardi,
ResponderEliminarnos has tenido a todos enganchados hasta el final. ¿Qué pusiste en el relato que yo me lo olía?
Un abrazo saltarín
Y los chicos fueron felices y comieron perdices. Perfecto el cuento, redondito y bien delimitado.
ResponderEliminarBesito de domingo.
No me lo esperaba, jaja, pero me ha encantado, claro, sobre todo la reacción de Raquel.
ResponderEliminarPues eso, que no hay mal que por bien no venga.
Un beso.
Hola, Ardilla.
ResponderEliminarEl pasado sábado, en la reunión de blogueros, alguien preguntó si habíamos leído el final de la historia de Raquel. Les pedí por favor que no me la comentaran pues quería conocerla "en directo". Como bien podrás comprobar llego casi cuando no se estila, pero ha valido la pena. Ya sabes que me engancha la forma que tienes de relatar y esta vez no ha sido para menos. De verdad, me has sorprendido. Tu final -ingenioso a más no poder-ni tan siquiera me lo había podido imaginar.
Te ha quedado genial.
Un abrazote.
Maat