Un jueves, un relato - "¿En qué trabajas o te gustaría trabajar?"

En mi perfíl digo que soy "assistante maternelle" y como la propia palabra indica, asisto a los padres en el cuidado de sus hijos el tiempo que ellos trabajan a su vez.

Cuido niños en jornada completa desde que son bebés de pocos meses hasta que cumplen los tres años e inician su etapa escolar, más adelante se reduce a la mitad o unas pocas horas dependiendo de las necesidades. Este es el trabajo por el que me pagan, llegar a fin de mes con el salario que recibo es otro duro empleo que sólo me aporta quebraderos de cabeza; pero es tan común entre los mortales que me centraré en el primero. 

Me gusta mi trabajo. El mundo de los pequeños es fascinante y mágico. Cuando tienen un problema, les duele la tripa, o se dan un golpe recurren a mi. Si son mayorcitos cojo la "varita quitapenas"; es semejante a la de las hadas, lleva una estrella de cartón en la punta con un corazón dibujado en el centro, y juntos decimos unas palabras milagrosas que aprendí de mi abuela:  "Sana, sana, culito de rana, si no se cura hoy se curará mañana"; es asombroso cómo en pocos minutos ríen y vuelven a la actividad que más les gusta; jugar. 

Cuando se trata de bebés o el conflicto es de extrema gravedad, como echar de menos a los padres, entonces recurro a los abrazos secretos. Son remedios únicos y precisos que guardo en una caja misteriosa que construí varios años atrás. En ella guardo besos, sonrisas, buen humor y gestos agradables que seres de excepción me regalaron en su día,  personas de esas que se encuentran pocas veces en la vida.

Se da la casualidad que una de esas personas especiales, cuya sonrisa, gestos cotidianos y expresiones han sido ingredientes básicos para mi caja de remedios infalibles, ahora está inmersa en un gran problema; una espiral de angustia, inseguridad y aislamiento que la atormenta desde hace varios meses. Por desgracia la "varita quitapenas" no es efectiva en su caso.  La depresión no es una raspadura en la rodilla y la Crisis financiera y económica, no es un juguete roto que se arregle con un pedazo de cinta adhesiva; por otra parte, tampoco hay problema sin solución y estoy convencida de que antes de lo que imagina volverá a sonreír y regalarme ingredientes exclusivos para mi arca secreta.

Cuando hay déficit de suministros el nivel baja muy deprisa, menos mal que conozco conjuros de emergencia. Uno de los preferidos de los peques es este: "Abracadabra, pata de cabra, culo de mulo, pellejo de rata. ¡Que lluevan remedios y llenen la caja!"

Hechizería a parte, la palabra culo siempre provoca risas en los niños más mayores.  Y así, frescas, recién salidas de sus gargantas, apenas disfrutadas, las reúno con mucho cuidado para que no se quiebren y las deposito en el fondo del cajón. Cuando los niños se marchan, cubro ese tesoro con un velo de buenas intenciones y lo dejo macerando en deseos hasta que sea necesario otro elixir.

Otras maneras de trabajar en Gustavo en Micro.