Rosas en otoño y una película.

En un rosal sin hojas rodeado de césped muerto, aparecieron unas rosas hace tres semanas. Pasados los días permanecen tersas y de un color  tan vivo que no parecen reales. Me recuerdan a esos amores tardíos que nacen sin saber cómo en un terreno que se suponía muerto.  O los que permanecen vivos pasados los años, como el de Florentino Ariza, el personaje de la novela de Gabriel García Márquez, “El amor en los tiempos del cólera” y en la que se basó la película del mismo nombre.  Es un auténtico drama, pero tiene un final precioso a mi modo de ver.

Inspirada por la visión de las rosas en el jardín agónico de mi vecino,  o porque llegado el otoño me apetece verla, anoche la vi de nuevo. Me han preguntado muchas veces qué  interés tiene ver una película cuando ya se ha visto.   Pues qué queréis que os diga,  para mí es como escuchar música,  pero viendo lo que sucede. ¿O acaso una canción sólo se escucha una vez? 

La historia cuenta que Florentino Ariza estuvo enamorado toda su vida de Fermina Daza, pero al no pertenecer ambos a la misma escala social, ella se casó con otro hombre que encajaba mejor con los intereses de su familia. Pasaron cincuenta años hasta que consiguió estar con ella, no obstante su amor conservó el entusiasmo de la adolescencia.  

Son amores extraños, a los que no se encuentra una explicación razonable, pero a mí, que siempre he sido una romántica irredenta me gusta pensar que son posibles. Porque el corazón no se arruga, siempre late igual hasta que deja de hacerlo. Yo me reía de esto cuando era joven, pero amigos, cuando te llega la edad te das cuenta de que eso no es así en absoluto.

El espejo me dice que igual he perdido una tuerca. El caso es que barriendo no la encuentro y en el filtro del aspirador no aparece. Yo creo que lo dice porque no le hago mucho caso.

Aquí te dejo el tráiler de

El amor en los tiempos del cólera